Biocombustibles: las diferencias entre el biodiésel y el bioetanol

2022-06-03 20:09:39 By : Mr. Arther Liu

Los dos principales combustibles de origen vegetal son el biodiésel y el bioetanol. Hoy los biocombustibles pueden ser un fantástico aliado para el transporte eléctrico. ¿Y si el futuro pasa por vehículos con líquidos derivados de la paja, las cáscaras de frutos secos o las pepitas de las uvas?

Cuando a principios del siglo XVI los colonos portugueses sentaron las bases del negocio global de caña de azúcar en la Capitanía de San Vicente, al sur de Brasil, poco imaginaban que aquella preciada planta de origen africano acabaría alimentando los carros del futuro. Hoy, cerca del 80% de los turismos y motocicletas del país sudamericano funcionan a base de etanol, un combustible que producen mediante la fermentación de la caña.

El petróleo y el carbón darán paso a los biocombustibles, una opción sostenible sobre todo en sectores difíciles de electrificar como el transporte. Fomentan la economía circular y la ciencia consigue obtenerlos de desechos cada vez más variopintos, desde microalgas y comida caducada a purines, lodos y aceite de freír. Bioetanol, biodiésel y biogás son algunos de los más populares.

Brasil es, como el resto de los países del mundo, un lugar dependiente de los combustibles fósiles. Sin embargo, tras las crisis del petróleo de los años setenta, el gobierno decidió impulsar de forma decidida el uso del etanol como combustible, tanto mezclado con gasolina como en su forma pura. El programa, denominado Proálcool, fue todo un éxito: a finales de esa década más del 90% de los vehículos ligeros vendidos en el país estaba adaptado para usar etanol.

El uso de los biocombustibles, entre los que se incluye el bioetanol, pero también el biodiésel, está hoy extendido en mayor o menor medida en todo el mundo. Brasil y Estados Unidos son los grandes productores a nivel global y, junto a la Unión Europea, también son los mayores consumidores. Sobre todo, son usados como aditivos del gasoil y la gasolina en diferentes porcentajes. ¿Qué son exactamente el bioetanol y el biodiésel? ¿Qué papel pueden jugar en la transición hacia un mundo sin combustibles fósiles?

Bajo el término biocombustibles se engloban todos aquellos combustibles líquidos o gaseosos que derivan, de una forma u otra, de biomasa vegetal. Pueden parecer algo novedoso, pero, en realidad, ya Rudolf Diesel, inventor del motor que lleva su apellido, demostró que su máquina estaba preparada para funcionar con aceite vegetal. Lo hizo en la Exposición Universal de París, en 1900, utilizando aceite de cacahuete.

En la actualidad, tal como señala la Agencia Europea del Medioambiente, los dos principales combustibles de origen vegetal son el biodiésel y el bioetanol. Mientras el primero se usa habitualmente como aditivo para el diésel de origen fósil, el segundo se utiliza como complemento para la gasolina. ¿Y en qué se diferencian ambos biocombustibles?

“El biodiésel deriva de aceites y grasas vegetales. De hecho, es muy parecido al aceite, solo se cambia un poco mediante una reacción química sencilla para que pierda viscosidad. Para su producción se usan principalmente aceites baratos como palma, soja o colza”, explica David Bolonio, investigador del departamento de energía y combustibles de la Escuela de Minas y Energía de la Universidad Politécnica de Madrid.

“El bioetanol no tiene nada que ver. Es etanol derivado de la fermentación. Se trata de la misma molécula que tenemos en las bebidas alcohólicas. Para producirlo, podemos fermentar lo que queramos, pero sobre todo se produce a partir de caña de azúcar en Brasil y de maíz en Estados Unidos”, añade el investigador. “Durante la fermentación, las levaduras que se alimentan de la materia prima vegetal generan etanol. Después, este se purifica para poderlo usar como combustible”.

El principal inconveniente que tienen los biocombustibles tiene que ver con las materias primas. Al ser, en su mayoría, productos de uso alimentario, una demanda excesiva de bioetanol o biodiésel podría disparar los precios de la comida. Es por eso que, en la actualidad, buena parte de la investigación se dirige a desarrollar biocombustibles a partir de residuos no alimentarios, como la biomasa, el aceite de fritura o los restos de la producción de vino.

Así se recoge, por ejemplo, en la Directiva Europea 2018/2001 para el fomento del uso de energía procedente de fuentes renovables. En sus páginas se detalla también otro aspecto sujeto a debate y muy variable: la huella de carbono de los biocombustibles. Por lo general, esta es menor que la de los combustibles fósiles. Sin embargo, varía enormemente en función de la materia prima, su producción, su recolección y su procesado.

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“Para los biocombustibles se considera que el CO2 emitido en la combustión se absorbe en gran parte a través de los cultivos. Así, la huella de carbono es la huella del proceso de producción, desde el cultivo hasta la producción final, pasando por el transporte”, explica Bolonio. De esta manera, según los datos recopilados en la directiva europea, el etanol de caña de azúcar supone un 70 % menos de emisiones que los combustibles fósiles. Y el biodiésel de aceite de cocina usado, un 88 %. Sin embargo, con algunos procesos de producción del etanol de maíz, esa disminución cae hasta el 40 %.

De todas formas, los biocombustibles no han estado nunca pensados para sustituir a los carburantes derivados del petróleo. “Pero con la llegada del coche eléctrico, pueden ser un gran aliado para seguir reduciendo las emisiones de CO2. Pueden utilizarse, por ejemplo, para aviones o para transporte pesado, que son más difíciles de electrificar, o en otros países en los que la electrificación completa del transporte todavía está lejana”, reflexiona David Bolonio.

El futuro inmediato pasa, como señalan desde la Agencia Europea del Medioambiente, por los biocombustibles de segunda generación. Por lograr mover nuestros vehículos con líquidos derivados de la paja, el bagazo, las cáscaras de frutos secos o las pepitas de las uvas. Y por aumentar la diversidad de opciones y alternativas para la complicada transición a un sistema sin combustibles fósiles.

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